La experiencia

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La Experiencia Pentecostal.

La experiencia Pentecostal plantea una salida del caos existencial a través de la conversión, y una entrada a la comunidad significante donde el recién convertido sustituye la hostilidad del mundo circundante por una “comunidad de sentido”, una especie de microcosmos sustitutivo de la sociedad. Esta comunidad es la comunidad cerrada como zona de seguridad, frente a la sociedad y todas sus problemáticas.
En este caso la experiencia Pentecostal, no es como postula la tesis funcionalista que ve la comunidad Pentecostal como un hecho arcaico, mágico e irracional, frente a la razón, o como la tesis Marxista para quien sería una especie de enajenación, fetichismo, opio del pueblo, …un consuelo enajenado de la realidad.

Contra la tesis marxista de la religión, más bien el Pentecostalismo como fuerza liberadora, no tiene que ser necesariamente enajenante, sino un motor liberador y movilizador. Liberador en el sentido de que es un espacio donde se reivindica la persona humana y a la vez se activa movilizándolo para servir a Dios que es la familia, la Iglesia y el Otro.

Contra la tesis funcionalista debemos precisar aquí, lo que ha sacado a luz el estudio fenomenológico de la religión: “que toda experiencia religiosa incluida la Pentecostal contiene un elemento racional que conlleva un pensamiento coherente y articulado capaz de organizar su mundo, de convertirlo en un “cosmos””.
No hay una renuncia a la racionalidad en la experiencia, a pesar de la dimensión psicoafectiva y sentimental que conlleva. La experiencia de lo divino, entiende de que como la divinidad de por sí, es el “numinosum”, el trascendente, el totalmente otro, la forma de acercarse es a través de esa experiencia de relación, experiencia que se vuelve “comunión salvífica” para el Pentecostal.

La epistemología Pentecostal se nos presenta entonces, como una subjetividad colectiva y un movimiento social reivindicativo y movilizador que muestra su identidad en la espiritualidad carismática(experiencia) centrada en Cristo con un deseo profundo y apasionado de “encontrarse constantemente y en todos los espacios” con Jesucristo mientras se lo percibe como el Portador del Evangelio total.

El Pentecostal siente y experimenta una dependencia podríamos decir absoluta, ya que para él todo su mundo incluido lo más ordinario depende exclusivamente de Dios y en esa dependencia forja una especie de intuición especial que le permite acceder de forma inmediata lo divino en forma subjetiva, sin mediaciones, y este acercamiento inmediato le permite tomar la piedad y espiritualidad (comprendida como el conjunto de prácticas y rituales que encarnan la fe) muy seriamente, podríamos decir que para el Pentecostal, es “un Dios que esta” o es un Dios que “es” en nuestro ser-en-el-mundo.

Para el Pentecostal el cristianismo es necesariamente existencial, es decir vincular con su objeto, es decir Dios. Por lo tanto, deben vincularse no solo únicamente con el intelecto sino con mayormente con la voluntad y los afectos humanos pues esto le permite al pentecostal vivir su experiencia de fe en forma profunda, seria y piadosa.

El Pentecostalismo no es algo irracional, sino un pensar con énfasis en el sentimiento y los afectos, como una especie de inteligencia emocional, se da una preferencia a la espiritualidad, más que a la teología o credos, podemos decir entonces que la epistemología pentecostal tiene un énfasis afectivo. Este énfasis afectivo es lo que le da profundidad y totalidad frente a lo divino.

El Pentecostal ve afectada toda su vida por la divinidad, cada espacio o “mundo circundante” y “mundo compartido” se encuentra de alguna manera impregnado por Dios y a la vez en ello, él(mundo propio) se encuentra a si mismo impregnado de Dios.

Para el Pentecostal su espiritualidad, en una potencial definición teológica, diríamos que es: “un don de sí mismo de Dios Padre en la vida, muerte y resurrección de Jesucristo, como entrega de su intimidad infinita más interna, intimidad infinita que es experienciable por el pentecostal en todos los espacios posibles, por la mediación inmediata del Espíritu Santo”. La oposición paradójica entre Creador y criatura cede a un encuentro en la unidad profunda y total de y en el espíritu Santo. Como decía muy bien el teólogo Hans Urs von Balthasar, hablando del lugar del hombre frente a Dios: “No necesita (el hombre) negar su yo para entrar en comunicación con el “yo absoluto” (Dios), pues en Dios, el hombre se siente íntimamente y profundamente querido, creado y afirmado a pesar de su diferencia y reconocimiento profundo de su indigencia. Y continúa diciendo: Y así, siendo dócil al Espíritu Santo, experimenta realmente, lo que es, en sí mismo, para el otro y para el mundo”. Esa experiencia fundante, afirmada en la unidad del espíritu como” fuerza del espíritu” donde el pentecostal se siente querido, creado y afirmado, es experimentada en todos los espacios, hasta en los lugares menos sagrados, como un cine, un mall o incluso un baño. El pentecostal se siente asido por el espíritu de una forma inseparable.

#notas ponencia “Fenomenología Pentecostal y su saber narrativo hacia un horizonte Reformado.